Consejos para hacer paracaidismo en verano
Mañana, día 21 de junio empieza oficialmente la estación del sol y del calor. Suben por fin las temperaturas y es necesario tomar nota de algunos cuidados a la hora de practicar paracaidismo en verano.
Estamos en los días más calurosos del año y en paracaidismo eso no sólo significa más temperatura, menos ropa debajo del mono y saltos más o menos agradables según nuestros gustos.
Significa sobre todo que la atmósfera, el aire donde nos movemos, tiene unas condiciones específicas, debido a las altas temperaturas de verano, muy diferentes a las que se dan con algunos grados menos, y eso se traduce en que el vuelo con el paracaídas se ve afectado en gran manera por estas diferentes condiciones, sobre todo de forma negativa.
En estos días el sol incide con toda su fuerza sobre el terreno a partir del mediodía; eso hace que éste se caliente mucho y que, por consiguiente, tenga una respuesta a este fuerte calentamiento. Las diferentes naturalezas del terreno responden de forma diversa y hacen que el aire que hay sobre él se caliente de forma irregular produciendo corrientes ascendentes y descendentes, que pueden ser de muy ligeras a muy fuertes, y que generalmente van asociadas a turbulencias.
También es la época de los temidos remolinos, esas columnas de polvo y a veces algo más que polvo, que suben hasta cientos de metros girando a velocidades endiabladas.
Estas especiales condiciones deben hacer que nos planteemos los saltos contando con ellas. Lo primero es que saltemos a las horas más frescas del día y, si nuestra experiencia es corta, evitemos saltar en las horas de fuerte calor, no porque a los más inexpertos una turbulencia les afecte en mayor medida que a los expertos, sino porque quizás no reconozca muy bien qué está pasando y no evalúe la situación con la celeridad adecuada y tenga una respuesta lenta o tal vez equivocada. Con mayor experiencia estos efectos pueden ser mitigados en gran parte, pero no eliminados totalmente. Ser muy experto no garantiza que se salga bien de una situación turbulenta muy fuerte y no digamos ya de un remolino.
El vuelo con la campana en estas condiciones debe ser muy tranquilo, evitando maniobras bruscas que pueden ser acentuadas por las turbulencias.
Si durante el vuelo vemos que éste no es regular, notamos como saltos en la trayectoria, cambios de dirección súbitos que no provocamos nosotros, o que sufrimos notables cambios de velocidad pasando de un fuerte frenazo que nos deja parados a un fuerte picado con gran aceleración, no hay duda que estamos metidos en una fuerte turbulencia.
En turbulencias debemos volar nuestra campana de forma que nos afecte en la menor medida posible y hagamos este vuelo lo más seguro que se pueda.
Debemos volar con algo de freno ya que si vamos a máxima velocidad los rebotes serán muy notables además de incómodos, pero no demasiada frenada porque uno de estos rebotes nos puede dejar la campana sin velocidad y perder la presión interna dejándola hecha un guiñapo.
Volemos en línea recta para alejarnos lo más rápido posible de la zona donde estamos sufriendo las turbulencias.
Y si estas situaciones se dan muy cerca de tierra, cuando estamos preparando el aterrizaje, nunca hagamos maniobras bruscas de corrección, volemos recto aunque nos hayamos desviados de la línea de viento en cara o tengamos el viento en la espalda y hagamos un “flare” lo más efectivo posible…..y a darnos un revolcón.
Si en la zona de saltos detectan que hay mucha turbulencia habrá restricciones para los más novatos pero, aunque no lo seamos, si tenemos dudas, mejor quedarse en tierra y esperar mejores condiciones.
Mejor estar en tierra queriendo estar en el aire que estar en el aire queriendo estar en tierra.
Buenos saltos y SAFETY FIRST
Escrito por: Miguel Ángel Paredes
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